29 nov 2008

La incomunicación en la sociedad de la comunicación

IV Parte

Es interesante ver como varios investigadores se han dado cuenta de la realidad a la que nos enfrentamos y de la situación que se está viviendo respecto al alejamiento en las relaciones y comunicación de los seres humanos, a este respecto Jorge Majfud de la Universidad de Lincoln, dice:

¿Qué proporción de las horas de teléfono celular, de correos electrónicos o de cualquier otra actividad pública es estrictamente necesaria en su función de producción y reproducción? Quizás una ínfima parte. La mayor parte del tiempo la dedicamos a comunicarnos por el ejercicio en sí mismo de la comunicación. La comunicación forma parte de un “inter-yo”, el nosotros que nunca se logra plenamente. En casos, como en el momento histórico presente, parecería que la obsesión principal no radica tanto en la comunicación como medio sino como fin: la frustración por la palabra no dicha se traduce en un monólogo interminable. En ocasiones, cuando dos personas hablan por teléfono, en el fondo realizan la superposición de dos monólogos. En el monólogo, el individuo espera la satisfacción de ser escuchado y satisfecho. Escuchar no es tan importante como ser escuchado; en un blog, en un foro de discusión, leer no es tan importante como ser leído, lo que se demuestra por la opinión inmediata del lector que no culminó la lectura del artículo que discute. En cualquier caso la atención que pone el individuo alienado sobre el otro es un requisito social para ser escuchado, para ser expuesto en una cultura progresivamente narcisista. Como en una discusión doméstica, donde la comunicación está igualmente frustrada, como en el llanto del niño: lo que importa no es escuchar sino ser escuchados, hacer prevalecer los argumentos propios. Pero como ambos contendientes dialécticos procuran lo mismo, lo único mutuo es la frustración, cuando no el engaño de una comunicación frustrada (Por Jorge Majfud en: http://alainet.org/active/25228&lang=es; 18 de septiembre de 2008).

Esta realidad a la que nos enfrentamos cuestiona enormemente si en verdad el progreso nos ha beneficiado al contribuir en el mejoramiento de la comunicación humana o sólo se ha convertido en un obstáculo que propicia el aislamiento y el surgimiento de la gran paradoja de nuestro siglo “la incomunicación en la sociedad de la comunicación”.


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